SU FUGA DE LA CÁRCEL
San Juan estaba preso en el desaparecido convento de Nuestra Señora del Carmen, (hoy Paseo del Carmen).
En una celda de Toledo, con siete metros de largo y uno sesenta de ancho, dotada de un mínimo ventanuco, surgiría la gran poesía mística española. San Juan de la Cruz, encarcelado por ayudar a Santa Teresa de Jesús a reformar la orden entre los conventuales masculinos, es sometido a la severidad en la alimentación en un régimen de pan, agua, y como extra alguna sardina que debe comer de rodillas delante de los religiosos. De los castigos, conviene destacar la conocida disciplina circular, que consistía en ser azotado por todos los religiosos uno a uno con unas varillas, aguantando esta tortura con humildad y sin quejarse con una fortaleza fuera de lo común.
Logra huir de su celda a los 8 meses de estar encerrado, aflojando los anillos de hierro del candado de la misma, y después de calcular la distancia desde la balconada de la galería al suelo, anudó dos mantas que utilizó como cuerda para descolgarse. Al llegar al suelo, bordea la muralla, salta una tapia y se cuela al huerto del convento de las Concepcionistas Franciscanas (en la zona que hoy es el patio dentro del museo), donde permanecería escondido durante un tiempo en la zona norte que era la parte más alejada de la entrada al convento y que hoy es el Museo Cromática.