CARMEN ALQUÉZAR
Quien diga que en realismo está todo dicho es que no ha visto el realismo, tan preñado de sugerencias estéticas y magnificencias plásticas, de Carmen Alquézar, pintora cuya firmeza en el trazo, exquisitez en el detalle, y precisión en la composición, gusto en la entonación y limpieza en la resolución la sustantiva como figura a tener muy en cuenta en los tratados del arte actual.
Dotada de una aguda capacidad de percepción, Carmen Alquézar está sobradamente dotada para el retrato, especialidad en la que brilla a singular altura. Las figuras retratadas no posan para la pintora. Posan para sí mismas. Viven pendientes de ellas, lo que equivale a decir que están en la vida antes que en la pintura. Y, por si fuera poco este acierto, la pintora pinta las carnes como carnes, el cabello como cabello, y los tejidos como tejidos. Y pinta, también, los ojos como ojos, con mucha humedad dentro, como recordándonos el estremecedor aforismo de Bécquer: «Mientras haya ojos que reflejen otros ojos, el mundo merecerá la pena, porque este mundo es poesía».