Esther Imedio Ros

Esther es una artista autodidacta influenciada desde niña por el arte académico de su abuelo materno y la creatividad de su abuela paterna, afamada belenista.

Nacida en Madrid en 1980, recibe clases de dibujo y pintura de su “yayo Paco” , con quien comparte sus primeros trazos y aprende a observar la naturaleza desde el respeto y la admiración.

Consolida su sensibilidad por los animales y los entornos naturales, licenciándose como ambientóloga y enfocando su carrera en la sostenibilidad y la gestión del impacto socioambiental. 

Cursa varios postgrados y completa así su perfil profesional actual, mientras se instruye en varias disciplinas artísticas, eligiendo la acuarela como su preferida para crear.
 
En 2017 emprende una aventura laboral que la lleva a residir varios años en Quito (Ecuador) y a visitar sendos lugares del continente americano.
 
Contemplar estos exuberantes parajes influye en sus pinturas, añadiendo a su obra algunos elementos exóticos.
 
Su temática más notable son los paisajes abstractos con formas orgánicas, neutras y azarosas, a veces con especies de fauna y flora.
 
El formato más característico es el panorámico de grandes dimensiones, captando así en todo su esplendor el magnetismo que siente por las líneas cenitales.
 
En su etapa más reciente, pintar es para ella la mejor manera de alcanzar el equilibrio personal, siendo cada obra un viaje introspectivo hacia sus raíces, su esencia y su propia identidad.
 
De esas emociones consigue plasmar en el papel lo que le transmiten sus experiencias de vida y así expresarlas a través de sus pinceles en sus trabajos.
 
La inquietud por trasladar las acuarelas a otros soportes, la mantiene en la búsqueda innovadora de materiales, realizando algunos trabajos sobre madera, instrumentos, seda natural, lino visto y otras superficies.
 
El hilo conductor de sus creaciones es la espontaneidad que ofrece la acuarela, su caprichoso movimiento conjugado con su delicada transparencia donde se atisba esa quietud de los paisajes que trasladan al espectador a la calma y la armonía cromática.
 
Al volver España, se queda fascinada por la grandeza de los páramos manchegos, de donde proceden parte de sus raíces.
 
Allí conecta con la calmada linealidad de sus horizontes y con la serenidad de una tierra llena de vida. 
Scroll al inicio